jueves, 16 de junio de 2016

La vida no se compone de seguridades, sino de posibilidades



Primariamente tendemos a aferrarnos a seguridades, ya sean en formas de rutinas o costumbres, de personas, de estilos de vida, trabajos, etc., cosas que a priori nos dan cierta estabilidad y tranquilidad una especie de seguridad y ilusoria, pero que paradójicamente también nos puede llevar a la insatisfacción crónica si dejamos de explorar nuevas posibilidades y la curiosidad por la vida.
 


Si coges algo con mucha fuerza, no la tienes: te tiene a ti. Esto es lo que a veces sucede si nos aferramos a este tipo de seguridades, nos atrapa la rigidez de una vida cómoda que lleva a una existencia poco confortable y de infelicidad. De la que nos lamentamos, nos quejamos, justificamos y soportamos.

"Cuando haces cosas difíciles, la vida se pone fácil"  

Lo más peligroso es que quedamos instalados  en  lamentos, quejas y justificaciones. Viviendo a la altura de nuestras limitaciones y no de nuestro potencial. Generando hábitos, conductas y actitudes en nosotros mismos que nos incapacitan y nos limitan hasta el punto de condicionar nuestras relaciones personales, sociales y profesionales, disminuyendo notablemente nuestra vida y nuestro desarrollo.

Estás esperando que pase algo o que alguien tome una decisión por ti para que tu vida mejore o bien eres una persona que actúas en el presente para mejorar tu realidad, que construye las circunstancias para generar aquellos cambios que quieres en tu vida. La verdad no importa la respuesta, lo realmente importante es darnos cuenta cómo estamos posicionados ante la vida, ya que lo solemos hacer de una manera mecánica e inconsciente.
 
"No es el deseo el que genera las oportunidades sino lo que hacemos para que se haga realidad"

Exponerse a las posibilidades nos hace crecer, nos revela quiénes somos y nuestro potencial. Al respecto me gustaría contarte el cuento del halcón:

Un Rey recibió como obsequio un hermoso halcón y lo entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
 
Pasados ​​unos meses, el instructor comunicó al rey que el halcón no se había movido de la rama de un árbol desde el día de su llegada a palacio, hasta el punto que había que llevar el alimento hasta allí.

El Rey mandó a llamar curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar el ave.

Encargó entonces la misión a los miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana de las habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil.

Publicó por fin un bando entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines. Traedme al autor de ese milagro, dijo.

Enseguida le presentaron a un campesino. ¿Tú hiciste volar al halcón?, ¿Cómo lo hiciste?, ¿Eres mago, tal vez?

Entre feliz e intimidado, el hombrecito sólo le explicó:
No fue difícil, Alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y comenzó a volar "

Lo mismo que el halcón de nuestra historia nos suele pasar a las personas, que vivimos sin saber que en nosotros radica lo necesario para levantar el vuelo y conseguir nuestras metas.

Solemos vivir una vida de mediocridad, sin ser consciente de todo el potencial que llevamos dentro, aferrados a las seguridades y no a las posibilidades.

A qué ramas estás aferrado / a que no te dejan crecer y que no te llevan donde quieres estar?

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