Las personas por naturaleza necesitamos dar significado, ya que en primera
instancia nos da seguridad (nuestra supervivencia ancestralmente dependía de
interpretar nuestro entorno y anticiparnos
a el) esto hace que podamos poner certidumbre a la incertidumbre.
En segunda instancia
tenemos necesidad de dar significado a nuestra existencia o dicho de otra
manera, necesitamos expandirnos
(propósito, crecer y aprender) y dar sentido a aquello que hacemos.
Hay una historia que ilustra un poco lo anterior:
Cuentan que en una ciudad
de la antigua Persia llego un mercader muy importante, cuando fue al mercado de
esta vio a Diógenes en el suelo, le dio tanta pena que le dio un par de monedas
para que comprara algo que comer. Horas más tarde se lo volvió a encontrar y le
pregunto que había comprado, Diógenes le
respondió:
-Una pieza de pan y dos rosas
¿Dos rosas? no entiendo! podías haber comprado más pan y así tendría para
comer dos días ¿Por qué has gastado el dinero de esa manera?
-He comprado un poco de pan para poder comer y dos rosas por lo que vivir.
Los gps que tienen una opción de “mi
posición” que una vez lo marca localiza el puntos exacto donde estas ubicado.
Las personas tenemos también como una especie de gps vital y a veces pasa que en algún momento en nuestra vida,
que el hacer y el tener ya no tienen
suficiente sentido/significado por si solos. Es este punto donde surge una especie de angustia existencial,
debido a la necesidad de dar respuesta a encontrar el lugar de uno en el mundo.
Es como si se hubiera activado la opción de “mi posición”, y comenzamos a
buscar las coordenadas en el ser y el estar, no tanto en el hacer y el tener.
Este proceso de búsqueda vital normalmente conlleva tiempo y dolor. Si estas
en ese proceso o ese punto te planteo lo siguiente, ¿y si no se trata solo de encontrar sentido o una
respuesta sino de dar significados enriquecedores a aquello que pasa a fuera y
dentro de uno mismo?.
Me gustaría explicarte un cuento:
Cuentan que en Shirakawa-go un pequeño
pueblo del Japón rodeado de montañas, en una de estas vivía un monje deprimido. Un día llego la noticia de
que aquel monje se ilumino, la noticia fue recibida con tal sorpresa que los
vecinos subieron para ver aquel monje iluminado.
Una vez llegaron
vieron que aquel monje todavía seguía deprimido, sorprendidos uno de ellos le
dijo al monje:
-Hemos subido a
verte porque ha llegado al pueblo la noticia de que te habías iluminado, ¿es
eso cierto?
Si.
-Pero vemos que
sigues deprimido, ¿que es lo que ha
cambiado entonces?
Antes la
depresión me hacia sufrir, ahora ya lo entiendo y sencillamente dejo que haga
su proceso natural.