lunes, 31 de agosto de 2015

La angustia existencial




Las personas por naturaleza necesitamos dar significado, ya que en primera instancia nos da seguridad (nuestra supervivencia ancestralmente dependía de interpretar  nuestro entorno y anticiparnos a el) esto hace que podamos poner certidumbre a la incertidumbre. 

En segunda instancia tenemos necesidad de dar significado a nuestra existencia o dicho de otra manera, necesitamos  expandirnos (propósito, crecer y aprender) y dar sentido a aquello que hacemos. 

Hay una historia que ilustra un poco lo anterior: 

Cuentan que en una ciudad de la antigua Persia llego un mercader muy importante, cuando fue al mercado de esta vio a Diógenes en el suelo, le dio tanta pena que le dio un par de monedas para que comprara algo que comer. Horas más tarde se lo volvió a encontrar y le pregunto que había comprado, Diógenes  le respondió:
-Una pieza de pan y dos rosas 
¿Dos rosas? no entiendo! podías haber comprado más pan y así tendría para comer dos días ¿Por qué has gastado el dinero de esa manera?
-He comprado un poco de pan para poder comer y dos rosas por lo que vivir.   

Los gps que tienen  una opción de “mi posición” que una vez lo marca localiza el puntos exacto donde estas ubicado. Las personas tenemos  también como  una especie de gps vital y a veces  pasa que en algún momento en nuestra vida, que el hacer y el tener  ya no tienen suficiente sentido/significado por si solos. Es este punto  donde surge una especie de angustia existencial, debido a la necesidad de dar respuesta a encontrar el lugar de uno en el mundo. Es como si se hubiera activado la opción de “mi posición”, y comenzamos a buscar las coordenadas en el ser y el estar, no tanto en el hacer y el tener.

Este proceso de búsqueda vital  normalmente conlleva tiempo y dolor. Si estas en ese proceso o ese punto te planteo lo siguiente, ¿y si no se  trata solo de encontrar sentido o una respuesta sino de dar significados enriquecedores a aquello que pasa a fuera y dentro de uno mismo?

Me gustaría explicarte un cuento:

Cuentan que  en Shirakawa-go un pequeño pueblo del Japón rodeado de montañas, en una de estas  vivía  un monje deprimido. Un día llego la noticia de que aquel monje se ilumino, la noticia fue recibida con tal sorpresa que los vecinos subieron para ver aquel monje iluminado.
Una vez llegaron vieron que aquel monje todavía seguía deprimido, sorprendidos uno de ellos le dijo al monje:
-Hemos subido a verte porque ha llegado al pueblo la noticia de que te habías iluminado, ¿es eso cierto?
Si.
-Pero vemos que sigues deprimido,  ¿que es lo que ha cambiado entonces?
Antes la depresión me hacia sufrir, ahora ya lo entiendo y sencillamente dejo que haga su proceso natural.