miércoles, 1 de julio de 2015

DE LAS MEJORES INTENCIONES LOS PEORES AFECTOS



En el último escrito explicaba que la conducta humana nos es lógica sino psicológica, no es racional sino emocional, dicho de otra manera lo que vemos depende mucho de lo que creemos y lo que nos mueve no es la razón sino la emoción. De hay radica que la conducta y las relaciones humanas sean un fenómeno  complejo. Hoy quiero hablar sobre un fenómeno que se da con bastante frecuencia, padres  sobreprotectores que producen hijos incapaces, de como el amor de unos padres en vez de fortalecer debilita,  precisamente de un amor malsano o mal entendido deriva una curiosa paradoja  “propiciamos precisamente  aquello que queremos evitar”.
 
 
Con el propósito de “proponer la máxima claridad sin perder la mínima complejidad”, podemos determinar que detrás de todo comportamiento (en el hacer y en el dejar de hacer) existe un motivo importante o motivación (estado interno que activa, mantiene y dirige nuestra conducta) y cuando ese motivo es conocido deriva en una intención y/o propósito. Es por eso que si nos paramos a observar ciertas actitudes y comportamientos disfuncionales  dejando fuera nuestros juicios y prejuicios podemos ver la intención positiva que hay detrás de ese comportamiento, por ejemplo podemos ver la manera como nos pide cariño un niño reclamando de manera disfuncional o inadecuada nuestra atención, de que manera  pequeños y grandes preservamos nuestra autoestima o como podemos caer en conductas de riesgo o actitudes disfuncionales para evitar dolor…

Como padres tenemos el claro propósito de que nuestros hijos tengan una buena vida y dentro de ese propósito hay implícito evitar dolor y sufrimiento, esto es lógico, pero que pasa cuando priorizamos el evitarles el sufrimiento por encima de la experiencia y el aprendizaje, cuando hacemos aquello que ellos pueden hacer por si solos debido a nuestros miedos, cuando dejamos de poner limites,  etc. Que mensajes estamos imprimiendo en ellos, cuantos no puedes, no eres capaz, suficiente, etc., hay implícitos en nuestras maneras de amarlos.

Otra cosa que creo que es relevante es cuestionar nuestro rol como padres, ya que como padres tenemos el deber de entregarlos a la vida llegado el punto  o dicho de otra manera formar personas responsables y autónomas. El rol como padres va cambiando según van creciendo los hijos y como padres no puede ser el mismo papel cuando tienen 4, 14 o 34 años. 

El problema deriva cuando unos padres cogen un rol que ya no les per toca y con el que se identifican, por ejemplo los padres que dentro de su  identidad paternal se sienten bien ayudando al niño, esto es lógico, pero que pasa cuando ya no es un niño y se sigue bajo el mismo patrón (entender la manera de ayudar como cuando tenían 4 años), evidentemente los padres se sienten bien ya que eso les recuerda y alimenta su identidad de que son necesarios pero como consecuencia crearan personas dependientes, en vez de dar alas para poder volar sin perder la referencia de donde vienen.

Sobre amores que  fortalecen o debilitan, que dan autonomía o que crean dependencia, que hacen madurar o que hacen permanecer en la inmadurez, me gustaría explicaros un cuento:

Un estudiante de biología estaba en el laboratorio con su profesor. Analizando el proceso por el que los gusanos de seda se convierten en mariposas. 10 capullos han comenzado a romperse y poco a poco van abriéndose. Cuando quedan tres capullos por romperse, el profesor dice al alumno: Tengo una reunión, te dejo aquí para que los vigiles, vuelvo en menos de una hora. 30 minutos después un capullo se abre y sale una mariposa. Poco tiempo después se abre otro capullo y sale otra mariposa. Pasa 30 minutos más y hay un capullo que todavía no se ha abierto. El alumno se preocupa, y piensa. Vendrá el profesor y este capullo aún sin romperse, ¡ va a pensar que he hecho algo ! Así que, coge un cúter y le hace un pequeño corte al capullo para ayudarlo. La mariposa despliega las alas, arranca a volar pero es incapaz de levantarlas. El alumno piensa, ¡a ver si he cortado un nervio!

En ese momento el profesor entra y le pregunta: ¿cómo ha ido todo?
-El alumno responde: Bueno, bien. Todos han salido menos este que no vuela.

- Profesor pregunta: ¿ha ido todo normal?
- Alumno:  Bueno, le he ayudado un poco a romper el capullo. Porque pensé que la mariposa podría morir si no intervenía. Tal vez le he roto un nervio o un ala.

- Profesor:  No le has roto un ala, pero le has hecho una inútil de por vida. Porque la mariposa gracias al esfuerzo que hace para romper el capullo, hace que las alas se irriguen con sangre y pueda usarlas, y si no es ella la que rompe el capullo, ya no va a poder volar.

"Los peores infiernos de la historia también se han fabricado con las mejores intenciones
Christopher Hitchens