lunes, 8 de octubre de 2012

No hay Problemas, hay Procesos



No hay Problemas, hay Procesos

Se que es un titulo algo provocador pero piénsalo bien, mira hacia atrás y veras que todo lo que te ha sucedido, todo lo que has vivido como un problema, todo lo que has hecho, con las personas que te has relacionado, han servido para ser en quien eres hoy, puedes estar agradecido o no, puede que haya conflicto o no pero hay un punto en el que cuando puedes reconciliarte y aceptar esa realidad puedes sentirte agradecido, porque todo ello ha contribuido para ser la persona que eres hoy, ahora mirando hacia atrás ves que todos esos puntos tienen relación y que recobra  sentido, ahora puedes ver que de aquel despido que lo viviste como un problema y con resentimiento ha servido para crear tu propio proyecto, gracias a la persona que te dejo conociste a la persona que esta ahora contigo o aprendiste a vivir sin dependencias o como aquella enfermedad cambio tu vida, etc. Lo vivimos como un problema porque no podemos ver la secuencia entera del proceso ya que estamos demasiado implicados en el mismo problema,  hasta que desde la distancia y  mirando la cuestión como un espectador puedes ver toda la película, todo el proceso y su sentido.

Alguien dijo que las dificultades son como trampolines que nos impulsan hacia delante, aunque muchas veces pasa que esas dificultades en vez de ser trampolines las convertimos en sofás, en los cuales nos instalamos, nos instalamos en la reactividad, en la queja y en el sufrimiento, son precisamente estos elementos los que no dejan continuar el proceso que conlleva toda dificultad.

-Estas viviendo un problema?

-Como lo sabes?,     permíteme explicarte un cuento:

Hace muchos, muchos años, en una  pobre aldea china, vivía un labrador con su hijo. Su única posesión, aparte de la tierra y de la pequeña casa de paja, era un caballo que había  heredado de su padre.
Un día el caballo se escapó, quedándose el hombre sin  animal para arar la tierra. Sus vecinos –que lo respetaban mucho debido a su honestidad y diligencia– acudieron a su casa para decirle cuanto lamentaban lo ocurrido. Él les agradeció la visita, contestando:

     - ¿Cómo podéis saber que lo que ocurrió ha sido una desgracia?
Una semana después, el caballo retornó al establo, pero no venía solo: traía una hermosa yegua como compañía. Al enterarse de esto, los habitantes de la aldea -alborozados, porque solo  ahora entendían la respuesta que el hombre les había dado–, retornaron a casa del  labrador, para felicitarlo por su suerte.

     - Antes tenías sólo un caballo, y ahora tienes dos. ¡Felicitaciones!– dijeron.
     - Muchas gracias por la visita y por vuestra solidaridad –respondió el labrador- ¿Pero cómo podéis saber que lo que ocurrió es una bendición en mi vida?

Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino “¿será posible que este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?”

Pasado un mes, el hijo del labrador, decidió domesticar la yegua. Pero el animal saltó de una manera inesperada, y el muchacho tuvo una mala caída, rompiéndose una pierna. Los vecinos retornaron a  la casa del labrador, llevando obsequios para el joven herido. El alcalde de la aldea, solemnemente, presentó sus condolencias al padre, diciendo que todos estaban muy tristes por lo que había sucedido. El hombre agradeció la visita y el cariño de todos. Pero preguntó:

     - ¿Cómo podéis vosotros saber  si lo ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?
Transcurrieron algunos meses y el Japón declaró la guerra a China. Los emisarios del emperador recorrieron todo el país en busca de jóvenes saludables para ser enviados al frente de batalla. Al llegar a la aldea, reclutaron a todos los jóvenes excepto al hijo del labrador, que estaba con la pierna rota. Ninguno de los muchachos retornó vivo. El hijo se recuperó, los dos animales dieron crías que fueron vendidas y rindieron un buen dinero. El labrador pasó a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos, ya que se habían mostrado solidarios con él en todos los momentos. Siempre que alguno de ellos se quejaba, el labrador decía: “¿cómo sabes si esto es una desgracia?”. Si alguien se alegraba mucho, él preguntaba: “¿Cómo sabes si eso es una bendición?” Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados.