No hay Problemas, hay
Procesos
Se que es un titulo algo provocador pero piénsalo bien, mira
hacia atrás y veras que todo lo que te ha sucedido, todo lo que has vivido como
un problema, todo lo que has hecho, con las personas que te has relacionado, han
servido para ser en quien eres hoy, puedes estar agradecido o no, puede que
haya conflicto o no pero hay un punto en el que cuando puedes reconciliarte y
aceptar esa realidad puedes sentirte agradecido, porque todo ello ha
contribuido para ser la persona que eres hoy, ahora mirando hacia atrás ves que
todos esos puntos tienen relación y que recobra
sentido, ahora puedes ver que de aquel despido que lo viviste como un
problema y con resentimiento ha servido para crear tu propio proyecto, gracias
a la persona que te dejo conociste a la persona que esta ahora contigo o
aprendiste a vivir sin dependencias o como aquella enfermedad cambio tu vida,
etc. Lo vivimos como un problema porque no podemos ver la secuencia entera del
proceso ya que estamos demasiado implicados en el mismo problema, hasta que desde la distancia y mirando la cuestión como un espectador puedes
ver toda la película, todo el proceso y su sentido.
Alguien dijo que las dificultades son como trampolines que
nos impulsan hacia delante, aunque muchas veces pasa que esas dificultades en
vez de ser trampolines las convertimos en sofás, en los cuales nos instalamos,
nos instalamos en la reactividad, en la queja y en el sufrimiento, son
precisamente estos elementos los que no dejan continuar el proceso que conlleva
toda dificultad.
-Estas viviendo un problema?
-Como lo sabes?,
permíteme explicarte un cuento:
Hace muchos, muchos años, en una pobre aldea china, vivía un labrador con su
hijo. Su única posesión, aparte de la tierra y de la pequeña casa de paja, era
un caballo que había heredado de su
padre.
Un día el caballo se escapó, quedándose el hombre sin animal para arar la tierra. Sus vecinos –que
lo respetaban mucho debido a su honestidad y diligencia– acudieron a su casa
para decirle cuanto lamentaban lo ocurrido. Él les agradeció la visita,
contestando:
- ¿Cómo podéis
saber que lo que ocurrió ha sido una desgracia?
Una semana después, el caballo retornó al establo, pero no
venía solo: traía una hermosa yegua como compañía. Al enterarse de esto, los
habitantes de la aldea -alborozados, porque solo ahora entendían la respuesta que el hombre
les había dado–, retornaron a casa del
labrador, para felicitarlo por su suerte.
- Antes tenías
sólo un caballo, y ahora tienes dos. ¡Felicitaciones!– dijeron.
- Muchas gracias
por la visita y por vuestra solidaridad –respondió el labrador- ¿Pero cómo
podéis saber que lo que ocurrió es una bendición en mi vida?
Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo
loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino “¿será posible que
este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?”
Pasado un mes, el hijo del labrador, decidió domesticar la
yegua. Pero el animal saltó de una manera inesperada, y el muchacho tuvo una
mala caída, rompiéndose una pierna. Los vecinos retornaron a la casa del labrador, llevando obsequios para
el joven herido. El alcalde de la aldea, solemnemente, presentó sus
condolencias al padre, diciendo que todos estaban muy tristes por lo que había
sucedido. El hombre agradeció la visita y el cariño de todos. Pero preguntó:
- ¿Cómo podéis
vosotros saber si lo ocurrido ha sido
una desgracia en mi vida?
Transcurrieron algunos meses y el Japón declaró la guerra a
China. Los emisarios del emperador recorrieron todo el país en busca de jóvenes
saludables para ser enviados al frente de batalla. Al llegar a la aldea,
reclutaron a todos los jóvenes excepto al hijo del labrador, que estaba con la
pierna rota. Ninguno de los muchachos retornó vivo. El hijo se recuperó, los
dos animales dieron crías que fueron vendidas y rindieron un buen dinero. El
labrador pasó a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos, ya que se
habían mostrado solidarios con él en todos los momentos. Siempre que alguno de
ellos se quejaba, el labrador decía: “¿cómo sabes si esto es una desgracia?”.
Si alguien se alegraba mucho, él preguntaba: “¿Cómo sabes si eso es una
bendición?” Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene
otros significados.